En Constelaciones Familiares, se propone que que existen fuerzas del amor que rigen nuestras relaciones y nos ayudan a vivir en equilibrio con nosotros mismos y con los demás. Estas fuerzas son dinámicas que actúan tanto de manera consciente como inconsciente y nos conectan con la vida, la familia y el mundo. El amor no es simplemente un sentimiento, sino una energía poderosa que fluye cuando respetamos ciertos principios fundamentales.
El amor es la fuerza que da sentido a la existencia. Sin amor, los vínculos no se sostienen y los sistemas (familiares, sociales, personales) se desequilibran. Pero este amor necesita estar ordenado para que fluya adecuadamente. Esto significa que, aunque amemos profundamente, si no respetamos ciertas leyes naturales, el amor puede transformarse en sufrimiento o conflicto.
Una de las ideas clave es que el amor tiene el poder de sanar, pero solo cuando fluye de manera ordenada y sin cargas innecesarias. Por ejemplo, un hijo que lleva las culpas o sufrimientos de sus padres lo hace por amor, pero ese amor está mal encauzado. El trabajo en constelaciones ayuda a que ese amor se libere y retome su curso natural.
Aunque las fuerzas del amor son universales, cada persona tiene la responsabilidad de hacer su parte. Esto significa mirar hacia adentro, reconciliarse con su pasado y aceptar su lugar en el sistema familiar. Según Champetier de Ribes, al hacerlo, no solo liberamos el amor para nosotros mismos, sino también para las generaciones futuras.
Las fuerzas del amor, son principios que nos ayudan a vivir en armonía con nosotros mismos y con los demás. Cuando las reconocemos y respetamos (la pertenencia, el orden, el equilibrio y el respeto al destino), nuestras relaciones se vuelven más libres y saludables. Su mensaje es claro: el amor tiene un poder transformador, pero para que realmente sane, debe fluir en equilibrio y con respeto por las leyes de la vida.
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